Ondas Gamma: Aprendizaje desde el buen humor
Actualizado: 6 sept 2019

La risa, el movimiento la comodidad no son sinónimo de holgazanería sino más bien todo lo contrario. El entusiasmo y un ambiente positivo de trabajo fomentan la moral de los alumnos, aumentando su disfrute por el aprender.
Uno de los conceptos más novedosos en la enseñanza actual se enfoca en la comodidad y la libertad de enseñanza, de esta manera el entorno educativo pude ser un enorme impulso para incentivar el aprendizaje y la creatividad. Pero ¿Por qué? Estos conceptos tienen sus bases científicas en las llamadas “ondas gamma” que se generan en el cerebro, cuando estamos de buen humor.
“El estar alegre implica a todo el cerebro en estas ondas de menor frecuencia y mayor amplitud, permiten una mejor sincronización neuronal de distintas áreas cerebrales relacionadas con la atención, la memoria de trabajo, el aprendizaje y, también con la meta-cognición porque mejoran las habilidades de auto-observación, monitoreo de las acciones y detención de errores, proporcionan una mayor capacidad para comprender a los demás y sentirnos conectados con ellos. Todo ello tiene como consecuencia una notable mejora de la inteligencia social y cognitiva, de la alegría, la compasión, la memoria y el autocontrol, con un aumento de la percepción sensorial, mejorando el enfoque y las posibilidades de concentración…” (Rodríguez, 2016)
“El cerebro es una entidad muy diferente de las del resto del Universo. Es una forma diferente de expresarlo todo. La actividad cerebral es una metáfora de todo lo demás. Somos básicamente máquinas de soñar que construyen modelos virtuales del mundo real” (Llinás, 2016)
Los principales hallazgos en neurociencia señalan la estrecha relación de nuestras emociones con el aprendizaje. Los aprendizajes tempranos tienen que ver con la integración sensorial del mundo exterior. En la relación con el entorno, se genera todo tipo de lenguaje interno profundo y significativo. Nos abrimos a lo que nos agrada, a lo que nos provoca y estimula y nos cerramos a lo que nos asusta, enoja, deprime. Un espacio acogedor puede alentar al niño a intentar relacionarse, disfrutar, sentirse seguro, sentirse parte o del espacio. Estas sensaciones internas se expresan en forma de sustancias químicas que se intercambian de neurona a neurona. Cuando existe una emoción positiva y de seguridad se genera serotonina que provoca en el cerebro un estado óptimo de alerta en el cual el niño se siente seguro para actuar en el ambiente.
Por otro lado un espacio mal cuidado elimina el deseo de involucrarse, puede hacerte sentir inseguro, incluso enojarte o deprimirte,sentir peligro por ejemplo si el espacio nos desagrada, si hay ventanas rotas, si hay cables sueltos, estaremos constantemente desviando nuestra atención hacia estas cosas que nos desagradan o nos hacen sentir inseguros.
Pensemos en la calidez del espacio educativo, la luz, la suavidad, la comodidad.